sábado, 18 de junio de 2011

La Noche



Se me cierran los ojos de sueño. La micro avanza lento, lo suficiente como para que me empuje, haga mover mi cuerpo de atrás hacia adelante, para bostezar, si es ahí donde se genera la fuente, la renovación de la vida.

Quisiera hacerlo mil veces, estirarme y extender cada miembro de mi cuerpo, si hasta la sensación se compara con orinar, con desprenderse placenteramente de un no-tan agradable.

Sigo por lo pronto observando a la gente, sin concebir idea alguna de uno. Es como si los viera, pero para mis adentros estoy pensando ¿Cuánto falta para llegar? ¿Está lo suficientemente cargado mi mp3?- y busco-, y busco sin querer verlo e inconscientemente “esa casa” o “ese algo” que me permita reconocer que ya queda poco, que ya me tengo que bajar.

Me tengo que bajar! Qué alegría más grande! Entonces lo hago hacia mi casa, llego, me recuesto, prendo el televisor y no creo que exista otra hora mejor en todo el día. El estado pleno, mi estado propio catártico. ¿Cuál más si no el de sumergirme y mimetizarme con la flojera, con el hacer nada?... Sigo sumergido en mis pensamientos y me dan ganas de ir al baño. Al salir, noto que aun es de día, que está nublado y que la vida, la imagen que se proyecta desde mi balcón es lo suficientemente agradable como para gustarme, y veo las hojas y diviso un poco de gente y no tengo dudas de que mañana el sol no va a salir.

Y llegado la noche, me acuesto a dormir, y no me queda absolutamente ninguna pisca de lucidez.

Suena el reloj.

Suena el reloj de forma mecánica, lo apago. Me levanto por inercia y siendo las 8.30 de la mañana está absolutamente todo oscuro. Abro las cortinas y corroboro la oscuridad. Sí. Efectivamente lo está. Son las 8.30 de la mañana de un día Miércoles y todo lo que está en el exterior, es decir en la calle, en el cielo en los parques, en las casas, en los edificios se haya completamente en penumbra.

Son las 8.30 y es de noche aun.

Son las 8.30 y aun no ha salido el sol.

Son las 8.30 y aun no concibo que sea de noche, y que esté la luna junto a las estrellas y que la gente camine como si nada, y que las micros sigan con la misma frecuencia que siempre, y que todo siga tal cual.

Me pregunto una y mil veces si estoy soñando y me piñizco para corroborar y confirmo: no lo estoy.

Son las 12.00 del día y aun no hay rastro del sol. Y no sé muy bien como describir esta situación. Por lo pronto enciendo el televisor y en las noticias no me hablan de nada de lo que estoy concibiendo. Y salgo a la calle, y le pregunto a la gente y nadie más se siente tan anormal como yo. No existe consternación alguna, ni alarma, ni preocupación y entonces creo que el problema es mío. Pienso: - No puede ser que siendo las 12 del día aún nos encontremos en la oscuridad total. ¿Será solo imaginación mía? ¿Será que solo yo estoy percibiendo esto?

Cierro los ojos para volver a abrirlos. Grito para ver si me escuchan, compro diarios para ver si mañana la noche estará de día, y no dejo de sentirme terrible. Por que nada pasa, porque todo sigue igual y porque todo me hace entender que evidentemente la noche no tiene un problema: si no que el problema soy yo.

Me paso la noche haciendo lo que hago en un día normal, hasta cuando me junté con algún amigo, no quise comentar nada. Todo comencé a asimilarlo como si fuera normal. Y tomé la micro y escuché mi música favorita, y llegué a mi casa, y miré por la ventana y la noche seguía siendo noche.

Cuando me dormí, por acto reflejo, apagué la luz, y lentamente fuy olvidándome de la realidad.

Cuando desperté (eran las 8.15) lo primero que hice fue a abrir la cortina para ver mi exterior, y descubrí que el sol no se había ido, que volvió para quedarse, y lo veía brillar por entremedio de la cordillera. Y fui feliz, y sonreía, por momentos. Y entonces sentí la misma sensación que tiene una persona cuando le juegan alguna broma, es decir, ya resignado a reconocer que sí, que he caído y que fui víctima de una broma singular, solo creada para mi, por parte de las fuerzas naturales de la naturaleza.

Hice el día como cualquier día, y cuando fue tarde tomé la misma micro de siempre, y sentía nuevamente como los ojos se me caían de cansancio y como en mi mente quedaban réplicas de lo sucedido. Réplicas del día que fue de noche y que mi entendimiento aun no puede admitir.

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