El texto de
Peter L. Berger y Thomas Luckmann: La
construcción social de la realidad nos habla sobre la institucionalización,
la cual aparece cada vez que se da una
tipificación recíproca de acciones habitualizadas por tipos de actores[i].
Estas
tipificaciones son institución.
Entiéndase por el concepto de tipificación a un ajuste
o adaptación de varias cosas semejantes al patrón de un modelo o norma común,
en este caso sería la pauta común o el modelo a seguir por distintos individuos
de forma colectiva. Las tipificaciones de
las acciones habitualizadas que constituyen las instituciones, siempre se
comparten, son accesibles a todos los integrantes de un determinado grupo
social, y la institución misma tipifica tanto a los actores individuales como a
las acciones individuales[ii].
Entiéndase por esto, que son códigos que manejan los individuos (actores) en
una determinada sociedad de formas singulares; habituadas en el accionar
particular.
Las instituciones implican historicidad y control.[iii]
Se refiere
con esto a que la institución es un control social, que responde a un acuerdo
entre dos roles, es decir entre dos personas. En la página 78 del texto se da
un ejemplo para explicar esta situación. Existe “A” y “B” los cuales son dos
personas que interactúan, entre ambos se producirá una tipificación con suma
rapidez, en la forma en que cada uno juegue su propio rol, es decir, que cada
uno exprese en pautas específicas su comportamiento, a modo de que se genere
entre ambos un acuerdo. La posibilidad de asumir el “rol” del otro
surgirá con respecto a las mismas acciones realizadas por ambos[iv] Esto quiere decir que “A” interiorizará
los roles reiterados por “b” y hará de ello un modelo para la producción de los
suyos. Por ejemplo, el rol de “B” en la actividad de cocinar, no solo está tipificado por los
comportamientos de “A”, sino que también se interpone como factor adicional de
su propio rol en la misma actividad. De esta forma, surgirá un conjunto de
actos tipificados de forma mutua, que cada uno tomará de forma habitual en
papeles o roles. Esto constituye las raíces de un orden institucional en
expansión, en vías de construcción de un mundo social.
Sucede a menudo que todas las
acciones que se repiten, ya sea una o más veces, tienden a habitualizarse en
cierta medida, de la misma forma, que las acciones observadas por un
individuo entrañan necesariamente una
tipificación por parte de él. Sin embargo, para
que se produzca esta clase de tipificación recíproca, debe existir una
situación social continua en la que las acciones habitualizadas de dos o más
individuos se entrelacen.[v] Se
refiere con esta frase a la forma mutua existente entre dos roles, la cual, la
constituye la tipificación; para que en una situación cualquiera de la
realidad, de carácter cotidiano en la vida social, dos o más individuos
establezcan relaciones, es decir se
entrelacen. Las acciones que tienden a esta tipificación recíproca son, por
lo general, aquellas que incumben tanto a “A” como a “B” dentro de una
situación común entre ambos. De esta forma se debe tomar la comunicación como
un proceso habitual entre ambos. La sexualidad, el trabajo y la territorialidad
son algunos de los enfoques posibles de tipificación y habituación. Las
acciones que tienden a esta tipificación recíproca son, por lo general,
aquellas que incumben tanto a “A” como a “B” dentro de una situación común
entre ambos. De esta forma se debe tomar la comunicación como un proceso
habitual entre ambos.
Ocurre otro fenómeno existente que
es el de la objetividad: las
instituciones se experimentan ahora como si poseyera una realidad propia, que se presenta a un
individuo como un hecho externo y coercitivo.[vi] Esto,
dicho en otras palabras, se traduce en la forma en que se adquiere historicidad, y se configura la
tipificación recíproca del comportamiento propio, es decir, se da de manifiesto
en esto la objetivación. Por ejemplo,
pongámonos en el caso de que “A” y “B” sean padres; con la aparición de un
tercero, es decir de un hijo, se producirá un cambio en la interacción social
entre “A” y “B”, y este se modificará aún más en la medida en que se agreguen
más individuos. La concepción institucional que existía entre “A” y “B” ahora
se traspasa a otros. Solamente así, como
mundo objetivo, pueden las formaciones sociales transmitirse a la nueva
generación[vii],
con esta frase queda de manifiesto que debe existir un objetivo como raíz, con
la finalidad de poder trasladarlo de forma eficiente, a una nueva generación.
Se considera en esta fase, como factor prominente de socialización el lenguaje,
ya que a través de este se establece, en un niño, por ejemplo, una aparición
inherente a la naturaleza de las cosas, por lo que no es capaz de entender la
concepción de su convencionalismo. Una cosa es como se la llama, y solo de esta forma se puede llamar a esa cosa. Se da una
relación e interacción entre el hombre y el mundo social en colectividad, el
cual tiene como producto la dialéctica.
Existen dos momentos del proceso dialéctico continuo, los cuales
radican en la externalización y la
objetivación. Y un tercer momento es la
internalización. Antes de profundizar en este término, es de suma
importancia afirmar que en la objetividad
de producción y construcción humana se establece un proceso, el cual
explica que los productos externalizados de la actividad humana, alcanzan el
carácter de objetividad en la objetivación. Es decir que en el mundo
institucional existe actividad humana objetivada, y aquello la funda como
institución de por sí.
La internalización es el mundo
social objetivado, el cual se proyecta en la conciencia, durante la
socialización.
Se habla de legitimación, comportamiento institucionalizado, el cual mientras
más previsible sea, más controlado se vuelve. Existe un mínimo de cohesión, de
entendimiento, para esto podemos identificar como ejemplo, nuevamente a “A” y
“B”, pero con la distinción que ahora se nos agrega un individuo “C”. “A”
correspondería a un hombre heterosexual, “B” bisexual, mientras que “C” será
una lesbiana. En esta relación se puede establecer una distancia abismal en
cuanto a las situaciones particulares entre cada uno de ellos. Pero, a través
de legitimación, es decir del lenguaje,
se establece un instrumento primordial para que se de la comunicación, y
entendimiento entre ellos. Solo por la vía de este rodeo de los universos de
significado socialmente compartidos, llegamos a la integración institucional,
es decir, que a través de esta forma de significados entre los individuos se
llega a un conjunto, a una unificación de la institución. En este proceso toma
lugar el conocimiento el cual se
objetiva socialmente como verdades válidas, en general, acerca de la realidad. Cualquier desviación radical que se aparte
del orden institucional aparece como una desviación de la realidad: depravación
moral, enfermedad mental o ignorancia[viii],
Es decir, aquello que no corresponde y se desvía del conocimiento
objetivado en sociedad. El conocimiento tiene directa relación con la
dialéctica, la cual genera canales de externalización provocando objetivación,
estos corresponden al lenguaje. De esta forma se internaliza como verdad
permitida en la socialización.
En la objetivación de la experiencia
en el lenguaje se habla del sistema de signos, el cual constituye una
transmisión del significado de una institución. Corresponde a un reconocimiento
social de soluciones y problemas indestructibles de una colectividad. Se habla del carácter de fórmula, el cual
indica que a través de los significados institucionales se asegura su
memorización. [ix] Es decir, que a
través de este mecanismo, se crean significados institucionales que aseguran su
aprendizaje en la memoria. El “saber” y “no saber” conforman una definición
social de lo real.
También, es preciso mencionar a los “roles”
como tipificación, ya que aparece en el contexto de conocimientos objetivizado,
como una colectividad de actores. Los
roles son tipos de actores en dicho contexto.[x] Esto es, vale decir, que en las instituciones
se representan en experiencia singular por medio de roles. Personifica el orden
institucional, y surgen los roles
desempeñados, es decir, los roles que brindan acceso a un sector específico
de acopio total de conocimiento que posee la sociedad. Para que se genere un rol es preciso que exista
conocimiento y se distribuya, es decir se ordene institucionalmente. En
sociedad, surge la conciencia individual, la cual es determinada socialmente.
Esto es, que existe una inclusión de sus apéndices de conocimiento y del cual
se deriva su sentido objetivo, en el orden institucional, a partir de la
realización de la representación de los
roles desempeñados.
Otro factor importante a citar es la división del trabajo en sociedad, estas
son actividades especializadas y segmentadas, que surgen del acopio común del
conocimiento, lo cual posibilita una separación subjetiva del conocimiento en
cualquier relevancia social, es decir, se establece como teoría pura. Un ejemplo a citar es el de la esfera privada, el cual
ha surgido en la sociedad industrial moderna. Está notoriamente desinstitucionalizada
si se establece una comparación con la
esfera pública.
Surge el concepto de reificación, el cual corresponde
al fetichismo de las mercancías (concepto establecido por Marx), el cual da
cuenta de una alienación de la sociedad. En la reificación se genera una aprehensión de fenómenos humanos como si
fueran cosas, vale decir, en términos no humanos o posiblemente suprahumanos.[xi] Se entiende a partir de mundo reificado como
analogía de mundo deshumanizado, y donde el individuo no ejerce control de su
propia actividad productiva. El hombre es
capaz, paradójicamente, de producir una realidad que lo niega[xii].
Es decir, que el mundo de instituciones parece fusionarse con el mundo de
la naturaleza, volviéndose necesidad y destino; se vive de forma íntegra con
distinta emociones (pena, alegría etc.) según sea el caso.
Los roles pueden reificarse de igual forma como lo
hacen las instituciones. Finalmente concluimos que el yo puede reificarse en la
construcción de una identidad, la cual puede corresponder a un aspecto positivo
o negativo en términos de valores o emociones.
[i] Peter
L. Berger y thomas Luckman: “La
construcción social de la realidad”. Pag. 76. Cap. II, “la sociedad como
realidad objetiva”. Amorrortu editores. Bs. As. , 1979
[vi] Idem. Pág. 80
[vii] Idem. Pág. 81
[viii] Idem. Pág. 89
[ix] Idem.
Pág. 94.
[x] Idem. Pág. 97
[xi] Idem.
Pág. 116
No hay comentarios:
Publicar un comentario