viernes, 19 de junio de 2020

La Construcción social de la realidad


El texto de Peter L. Berger y Thomas Luckmann: La construcción social de la realidad nos habla sobre la institucionalización, la cual aparece cada vez que se da una tipificación recíproca de acciones habitualizadas por tipos de actores[i]. Estas tipificaciones son institución. Entiéndase por el concepto de tipificación a  un ajuste o adaptación de varias cosas semejantes al patrón de un modelo o norma común, en este caso sería la pauta común o el modelo a seguir por distintos individuos de forma colectiva. Las tipificaciones de las acciones habitualizadas que constituyen las instituciones, siempre se comparten, son accesibles a todos los integrantes de un determinado grupo social, y la institución misma tipifica tanto a los actores individuales como a las acciones individuales[ii]. Entiéndase por esto, que son códigos que manejan los individuos (actores) en una determinada sociedad de formas singulares; habituadas en el accionar particular.
Las instituciones implican historicidad y control.[iii] Se refiere con esto a que la institución es un control social, que responde a un acuerdo entre dos roles, es decir entre dos personas. En la página 78 del texto se da un ejemplo para explicar esta situación. Existe “A” y “B” los cuales son dos personas que interactúan, entre ambos se producirá una tipificación con suma rapidez, en la forma en que cada uno juegue su propio rol, es decir, que cada uno exprese en pautas específicas su comportamiento, a modo de que se genere entre ambos un acuerdo.  La posibilidad de asumir el “rol” del otro surgirá con respecto a las mismas acciones realizadas por ambos[iv] Esto quiere decir que “A” interiorizará los roles reiterados por “b” y hará de ello un modelo para la producción de los suyos. Por ejemplo, el rol de “B” en la actividad  de cocinar, no solo está tipificado por los comportamientos de “A”, sino que también se interpone como factor adicional de su propio rol en la misma actividad. De esta forma, surgirá un conjunto de actos tipificados de forma mutua, que cada uno tomará de forma habitual en papeles o roles. Esto constituye las raíces de un orden institucional en expansión, en vías de construcción de un mundo social.
Sucede a menudo que todas las acciones que se repiten, ya sea una o más veces, tienden a habitualizarse en cierta medida, de la misma forma, que las acciones observadas por un individuo  entrañan necesariamente una tipificación por parte de él. Sin embargo, para que se produzca esta clase de tipificación recíproca, debe existir una situación social continua en la que las acciones habitualizadas de dos o más individuos se entrelacen.[v] Se refiere con esta frase a la forma mutua existente entre dos roles, la cual, la constituye la tipificación; para que en una situación cualquiera de la realidad, de carácter cotidiano en la vida social, dos o más individuos establezcan relaciones, es decir se entrelacen. Las acciones que tienden a esta tipificación recíproca son, por lo general, aquellas que incumben tanto a “A” como a “B” dentro de una situación común entre ambos. De esta forma se debe tomar la comunicación como un proceso habitual entre ambos. La sexualidad, el trabajo y la territorialidad son algunos de los enfoques posibles de tipificación y habituación. Las acciones que tienden a esta tipificación recíproca son, por lo general, aquellas que incumben tanto a “A” como a “B” dentro de una situación común entre ambos. De esta forma se debe tomar la comunicación como un proceso habitual entre ambos.
Ocurre otro fenómeno existente que es el de la objetividad: las instituciones se experimentan ahora como si poseyera  una realidad propia, que se presenta a un individuo como un hecho externo y coercitivo.[vi] Esto, dicho en otras palabras, se traduce en la forma en que se adquiere historicidad, y se configura la tipificación recíproca del comportamiento propio, es decir, se da de manifiesto en esto la objetivación.  Por ejemplo, pongámonos en el caso de que “A” y “B” sean padres; con la aparición de un tercero, es decir de un hijo, se producirá un cambio en la interacción social entre “A” y “B”, y este se modificará aún más en la medida en que se agreguen más individuos. La concepción institucional que existía entre “A” y “B” ahora se traspasa a otros. Solamente así, como mundo objetivo, pueden las formaciones sociales transmitirse a la nueva generación[vii], con esta frase queda de manifiesto que debe existir un objetivo como raíz, con la finalidad de poder trasladarlo de forma eficiente, a una nueva generación. Se considera en esta fase, como factor prominente de socialización el lenguaje, ya que a través de este se establece, en un niño, por ejemplo, una aparición inherente a la naturaleza de las cosas, por lo que no es capaz de entender la concepción de su convencionalismo. Una cosa es como se la llama, y solo de esta forma se puede llamar a esa cosa.  Se da una relación e interacción entre el hombre y el mundo social en colectividad, el cual tiene como producto la dialéctica.
Existen dos momentos del proceso dialéctico continuo, los cuales radican en la externalización y la objetivación. Y un tercer momento es la internalización. Antes de profundizar en este término, es de suma importancia afirmar que en la objetividad de producción y construcción humana se establece un proceso, el cual explica que los productos externalizados de la actividad humana, alcanzan el carácter de objetividad en la objetivación. Es decir que en el mundo institucional existe actividad humana objetivada, y aquello la funda como institución de por sí.
La internalización es el mundo social objetivado, el cual se proyecta en la conciencia, durante la socialización.
Se habla de legitimación, comportamiento institucionalizado, el cual mientras más previsible sea, más controlado se vuelve. Existe un mínimo de cohesión, de entendimiento, para esto podemos identificar como ejemplo, nuevamente a “A” y “B”, pero con la distinción que ahora se nos agrega un individuo “C”. “A” correspondería a un hombre heterosexual, “B” bisexual, mientras que “C” será una lesbiana. En esta relación se puede establecer una distancia abismal en cuanto a las situaciones particulares entre cada uno de ellos. Pero, a través de legitimación, es decir del lenguaje, se establece un instrumento primordial para que se de la comunicación, y entendimiento entre ellos. Solo por la vía de este rodeo de los universos de significado socialmente compartidos, llegamos a la integración institucional, es decir, que a través de esta forma de significados entre los individuos se llega a un conjunto, a una unificación de la institución. En este proceso toma lugar el conocimiento el cual se objetiva socialmente como verdades válidas, en general, acerca de la realidad. Cualquier desviación radical que se aparte del orden institucional aparece como una desviación de la realidad: depravación moral, enfermedad mental o ignorancia[viii], Es decir, aquello que no corresponde y se desvía del conocimiento objetivado en sociedad. El conocimiento tiene directa relación con la dialéctica, la cual genera canales de externalización provocando objetivación, estos corresponden al lenguaje. De esta forma se internaliza como verdad permitida en la socialización.
En la objetivación de la experiencia en el lenguaje se habla del sistema de signos, el cual constituye una transmisión del significado de una institución. Corresponde a un reconocimiento social de soluciones y problemas indestructibles de una colectividad. Se habla del carácter de fórmula, el cual indica que a través de los significados institucionales se asegura su memorización. [ix] Es decir, que a través de este mecanismo, se crean significados institucionales que aseguran su aprendizaje en la memoria. El “saber” y “no saber” conforman una definición social de lo real.
También, es preciso mencionar a los “roles” como tipificación, ya que aparece en el contexto de conocimientos objetivizado, como una colectividad de actores. Los roles son tipos de actores en dicho contexto.[x]  Esto es, vale decir, que en las instituciones se representan en experiencia singular por medio de roles. Personifica el orden institucional, y surgen los roles desempeñados, es decir, los roles que brindan acceso a un sector específico de acopio total de conocimiento que posee la sociedad. Para  que se genere un rol es preciso que exista conocimiento y se distribuya, es decir se ordene institucionalmente. En sociedad, surge la conciencia individual, la cual es determinada socialmente. Esto es, que existe una inclusión de sus apéndices de conocimiento y del cual se deriva su sentido objetivo, en el orden institucional, a partir de la realización  de la representación de los roles desempeñados.
Otro factor importante a citar es la división del trabajo en sociedad, estas son actividades especializadas y segmentadas, que surgen del acopio común del conocimiento, lo cual posibilita una separación subjetiva del conocimiento en cualquier relevancia social, es decir, se establece como teoría pura. Un ejemplo a citar es el de la esfera privada, el cual ha surgido en la sociedad industrial moderna. Está notoriamente desinstitucionalizada si se establece  una comparación con la esfera pública.
Surge el concepto de reificación, el cual corresponde al fetichismo de las mercancías (concepto establecido por Marx), el cual da cuenta de una alienación de la sociedad. En la reificación se genera una aprehensión de fenómenos humanos como si fueran cosas, vale decir, en términos no humanos o posiblemente suprahumanos.[xi]  Se entiende a partir de mundo reificado como analogía de mundo deshumanizado, y donde el individuo no ejerce control de su propia actividad productiva. El hombre es capaz, paradójicamente, de producir una realidad que lo niega[xii]. Es decir, que el mundo de instituciones parece fusionarse con el mundo de la naturaleza, volviéndose necesidad y destino; se vive de forma íntegra con distinta emociones (pena, alegría etc.) según sea el caso.
Los roles pueden reificarse de igual forma como lo hacen las instituciones. Finalmente concluimos que el yo puede reificarse en la construcción de una identidad, la cual puede corresponder a un aspecto positivo o negativo en términos de valores o emociones.


[i] Peter L. Berger  y thomas Luckman: “La construcción social de la realidad”. Pag. 76. Cap. II, “la sociedad como realidad objetiva”. Amorrortu editores. Bs. As. , 1979

[ii]  Idem. Pág. 76
[iii]  Idem. Pág. 76
[iv]  Idem. Pág. 78
[v] Idem. Pág. 79
[vi]  Idem. Pág. 80
[vii]  Idem. Pág. 81
[viii]  Idem. Pág. 89
[ix] Idem. Pág. 94.
[x]  Idem. Pág. 97
[xi] Idem. Pág. 116
[xii] Idem. Pág. 118.

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