"Mujer con cabeza de Rosas"

En el horizonte, un hombrecito mirando hacia el oeste con su sombra detrás.
La luz le llega de frente
La muchacha con vendas exclama al pasar
Sus flores son relucientes y de múltiples colores.
Una mano negra
Un brazo color amarillo degradado
Vendas de seda cubren sus senos infernales
Y una pierna de alambre le carcome la cintura. ¿Y qué es exactamente un sueño?
Exclama la nena de uñas rojas y cara cubierta.
No quiere mirar, se le escucha que habla, que murmura
Pero no quiere mirar.
Está harta de la carta, está harta de esos dedos que calculan las metáforas
De esos ojos sobresalientes que profundizan en el océano de la humedad.
Su vestido costó veinticinco mil pesos
Y el pañuelo rojo que cubre parte del torso
simplemente lo compró en la boutique de la ciega Romana
La silla con piernas de cristal y tacos
Se abraza a sí misma
Respira
Y se mueve como una serpiente geométrica
Su respaldo es de papel
De oro, de cobre
De metal puro
Denso y duro, como la agonía en el desierto
En el horizonte infinito de la protagonista, con cabeza de rosas
De fondo, a un costado, un león nos saluda con cara de mediocridad gemida.
Un monte de cerros palpitantes y manos verdes
Unos dientes afilados, boca cautivante
Y un aliento a cueva.
¡Allí es! Exclama la silla
Ahí fue donde dejé los cuadernos de sueños Donde me miraste por primera vez
Y fue mi perdición.
Entonces la joven de uñas rojas rompe la carta en mil pedazos
Ahora se cansa: de la música, del sonido latente.
Y se dirige sigilosamente en dirección
a la boca-cueva del león. La piedra y su sombra las saludan
El caminante y su sombra, piensa ella.
Se aburre de la poesía, pero no de la filosofar.
Navega por los treinta mares, suspira los siete sentidos
Y se sumerge en las profundidades del éxtasis.
Allí estaba, primero casi negro, luego azul, plomo
Casi dorado, bajemos un poco más, ¡subamos!
Degradación de golondrinas.
Leche desértica
Un celeste intenso con retoques de blanco
Me conformo con apreciar el segundo color
Y adoro esas sombras que se proyectan tan intensamente en este desierto azulado.
Desierto de filas. De rayas infinitas, Paralela, Blancas
Los tacones de la mesa piden a gritos saludos de la silla
Estas dialogan, pero muy a la distancia
Nadie lo nota
Sobre la mesa un huevo
Bajo el huevo, una mano sosteniendo la mesa
Y la mano acaricia toda la tela en profundidad
Y es la única que entiende todo
Y que destruye con su altanería
Los costados con la firma comienzan a cerrarse,
Llegó la hora de irnos, más nosotras siempre queremos quedarnos aquí
En este desierto subterráneo.
Más, saben que el tiempo apremia y que si llegan tarde
a la cueva del león no podrán entrar.
Todos se saludan.
Todos se ignoran cordialmente.
Se abrazan, se sobrecogen, se cogen
Y vuelven a sus posiciones
Hablan, golpean, gritan, lloran, saltan,
Se ahogan en un mar de lágrimas
Están todos tristes porque mañana será otro día
Y porque no quieren llegar tarde a la cueva del león.
El cielo habla. Y descubren que ya no queda nada más. La mujer con cabeza de rosas mueve sus manos
La frágil serpiente de uñas rojas se inclina sutilmente
para leer la nueva carta de su enamorado
Y el hombre del horizonte, la cueva del león
La silla sabia y la mesa con su hijo huevo
Sus flores son relucientes y de múltiples colores.
Una mano negra
Un brazo color amarillo degradado
Vendas de seda cubren sus senos infernales
Y una pierna de alambre le carcome la cintura. ¿Y qué es exactamente un sueño?
Exclama la nena de uñas rojas y cara cubierta.
No quiere mirar, se le escucha que habla, que murmura
Pero no quiere mirar.
Está harta de la carta, está harta de esos dedos que calculan las metáforas
De esos ojos sobresalientes que profundizan en el océano de la humedad.
Su vestido costó veinticinco mil pesos
Y el pañuelo rojo que cubre parte del torso
simplemente lo compró en la boutique de la ciega Romana
La silla con piernas de cristal y tacos
Se abraza a sí misma
Respira
Y se mueve como una serpiente geométrica
Su respaldo es de papel
De oro, de cobre
De metal puro
Denso y duro, como la agonía en el desierto
En el horizonte infinito de la protagonista, con cabeza de rosas
De fondo, a un costado, un león nos saluda con cara de mediocridad gemida.
Un monte de cerros palpitantes y manos verdes
Unos dientes afilados, boca cautivante
Y un aliento a cueva.
¡Allí es! Exclama la silla
Ahí fue donde dejé los cuadernos de sueños Donde me miraste por primera vez
Y fue mi perdición.
Entonces la joven de uñas rojas rompe la carta en mil pedazos
Ahora se cansa: de la música, del sonido latente.
Y se dirige sigilosamente en dirección
a la boca-cueva del león. La piedra y su sombra las saludan
El caminante y su sombra, piensa ella.
Se aburre de la poesía, pero no de la filosofar.
Navega por los treinta mares, suspira los siete sentidos
Y se sumerge en las profundidades del éxtasis.
Allí estaba, primero casi negro, luego azul, plomo
Casi dorado, bajemos un poco más, ¡subamos!
Degradación de golondrinas.
Leche desértica
Un celeste intenso con retoques de blanco
Me conformo con apreciar el segundo color
Y adoro esas sombras que se proyectan tan intensamente en este desierto azulado.
Desierto de filas. De rayas infinitas, Paralela, Blancas
Los tacones de la mesa piden a gritos saludos de la silla
Estas dialogan, pero muy a la distancia
Nadie lo nota
Sobre la mesa un huevo
Bajo el huevo, una mano sosteniendo la mesa
Y la mano acaricia toda la tela en profundidad
Y es la única que entiende todo
Y que destruye con su altanería
Los costados con la firma comienzan a cerrarse,
Llegó la hora de irnos, más nosotras siempre queremos quedarnos aquí
En este desierto subterráneo.
Más, saben que el tiempo apremia y que si llegan tarde
a la cueva del león no podrán entrar.
Todos se saludan.
Todos se ignoran cordialmente.
Se abrazan, se sobrecogen, se cogen
Y vuelven a sus posiciones
Hablan, golpean, gritan, lloran, saltan,
Se ahogan en un mar de lágrimas
Están todos tristes porque mañana será otro día
Y porque no quieren llegar tarde a la cueva del león.
El cielo habla. Y descubren que ya no queda nada más. La mujer con cabeza de rosas mueve sus manos
La frágil serpiente de uñas rojas se inclina sutilmente
para leer la nueva carta de su enamorado
Y el hombre del horizonte, la cueva del león
La silla sabia y la mesa con su hijo huevo
Respiran quietos.
estas escribiendo la raja, me encantó, me lo leí como 3 horas, gracias!!!
ResponderEliminarme arreglaste la noche, me llenaste de palabras!
en serio?? que wena, yo voy a leer ahora el tuyo
ResponderEliminargracias.